Con el reciente ingreso de la escalada como deporte olímpico y la medalla de oro conseguida en los Juegos de Tokio por el joven cacereño Alberto Ginés, cada vez más personas se acercan a un deporte sobre el que pesan ciertas ideas preconcebidas. Durante años se ha ido formando el prejuicio de que podía ser una práctica de riesgo y, por tanto, un deporte exclusivo para personas adultas.
Sin embargo, es una de las actividades más seguras que existen, ya que cuando se aprende y se entrena en espacios controlados y con el apoyo de profesionales, la seguridad es uno de los pilares de la formación. Los niños y niñas, mientras superan muros, aprenden de forma teórica y práctica diferentes medidas de seguridad, además de gestionar emociones como el bloqueo, el miedo o el estrés en situaciones de emergencia.
Educar en confianza y seguridad
La mejor forma de garantizar la seguridad tanto de peques como adultos es organizar la actividad con algún profesional especializado o a través de una empresa del sector. Antes de salir a escalar al aire libre es recomendable que se realicen clases en un rocódromo, un espacio controlado con profesionales que nos acompañen en el proceso de aprendizaje sobre los fundamentos básicos de la escalada. El objetivo es que los niños y niñas, además de divertirse, ganen confianza. En el búlder se pueden trabajar propuestas pedagógicas basadas en el juego en un entorno ideal para iniciarse de una forma accesible y lúdica.
A través de diferentes juegos los jóvenes aprenden a asegurarse, a asegurar a sus compañeros y compañeras y a gestionar situaciones de estrés o de peligro en un entorno controlado y seguro. En este proceso es importante que el material específico que se utiliza esté adaptado para sus edades y que aprendan a manejarlo con solvencia. Su paso por el rocódromo les permitirá alcanzar las habilidades, capacidades y competencias necesarias para iniciarse con garantías de éxito, pasando del rocódromo a la roca.
¿Cuándo empezar a escalar?
Los niños y niñas suelen empezar a desarrollar la capacidad de trepar a partir del primer año de vida, incluso puede que empiecen a trepar antes de haber aprendido a andar. Muchos padres y madres descubren que lo que más les gusta a sus hijos e hijas es escalar por casa: subirse a los sofás, encaramarse a sillas y mesas e, incluso, trepar por los muebles. Es un hábito que amplía sus posibilidades de movimiento y, por tanto, su capacidad para descubrir el mundo.
En edades inferiores a los seis años se trabaja la psicomotricidad, que les servirá para conocer su cuerpo, cómo funciona y cómo se relacionan con los demás. La edad para empezar a escalar en un rocódromo depende de las normas del lugar en cuestión, en algunos aceptan niños y niñas a partir de los tres años, en otros desde los nueve. A partir de esta edad se hace más hincapié en fundamentos técnicos, antes se practica exclusivamente a través del juego.
La escalada en edad infantil es uno de los deportes más beneficiosos que existen, ya que aporta percepción de la lateralidad y conocimiento del propio cuerpo en un entorno que favorece y facilita la socialización y el compañerismo. Los diversos movimientos con las manos y los pies en la pared requieren un alto grado de atención, concentración y creatividad; estas habilidades repercuten positivamente en su vida diaria ayudándoles a mejorar en otras áreas como la social o la educativa.
Más que un deporte
La escalada no es solo físico o técnica, tiene una importante dimensión psicológica, social y emocional que también ha de ser trabajada. En el rocódromo es importante crear un ambiente relajado, cooperativo y motivador que respete el ritmo individual de cada participante para ayudarles a reconocer, verbalizar y superar sus temores e inseguridades de forma individual y grupal.
Este deporte fomenta la comparación con uno mismo, no con el resto de compañeros y compañeras, lo que fomenta la superación personal. Practicar escalada desde un enfoque colaborativo es fundamental para cuidar y aumentar su bienestar emocional. Se trabaja la comunicación y la empatía, cada peque tiene unas características y habilidades diferentes y el trabajo en grupo facilita que se complementen y ayuden para alcanzar los objetivos del juego.
También les ayuda a superar retos, pues mejora la capacidad de eliminar bloqueos o barreras psicológicas y la capacidad de reacción ante situaciones de estrés o de peligro. En la escalada se trabaja la atención focalizada y la creatividad, y el desarrollo de rutinas y habilidades que repercuten en la capacidad de concentración, la atención y la memoria. Además, escalar les facilita el desarrollo de la toma de decisiones, mejora la anticipación y agiliza el pensamiento.
Otro de los puntos clave que se trabajan en la escalada son el conocimiento y el respeto por la naturaleza y el medio que nos rodea. Aunque la escalada se puede practicar en rocódromos o en la naturaleza, es habitual que, una vez desarrollen los conocimientos necesarios, se practique en ambos lugares. Por tanto, se favorece que los niños y las niñas tengan contacto directo con su entorno natural.
Perfecto para practicarlo en familia
La escalada, aunque puede practicarse de forma individual, es un deporte que facilita la interacción y el trabajo en equipo. Esta práctica reúne a las familias y las invita a pasar un rato de ocio saludable juntos. Madres, padres y peques pueden realizar esta actividad de forma lúdica, utilizando distintos juegos que fomenten el interés por este deporte y por la práctica de actividad física en general. Las niñas y niños que se cuelguen una medalla en escalada en los futuros Juegos Olímpicos, hoy disfrutan del deporte como un juego.